Dios salva al Rey. No cabe ninguna duda.
Los incrédulos no tienen cabida en esta columna de opinión. Ya sé que el
filósofo proclamó la muerte de la deidad, pero se equivocaba, como la paloma. Dios
salva al Rey una y otra vez, y no hay nada que ningún republicano pueda hacer.
El pacto tácito que se forjó en la
Transición entre la Casa Real y la prensa española saltó por los aires hace
unos años. Durante décadas el cuarto poder ha estado dándonos una imagen
edulcorada e idealizada de una familia perfecta, que en el fondo y en la
superficie estaba desestructurada, principalmente por los desmanes sexuales del
cabeza de familia. ¿Qué consecuencias ha tenido la ruptura de ese idilio? Que
ahora sabemos lo que antes se rumoreaba. Y nada más, porque Dios salvó al Rey.
El relato del papel del rey Juan Carlos
durante la Transición y en la jornada decisiva del golpe de Estado (este sí)
del 23F ni siquiera se agrietó cuando se hicieron públicas unas declaraciones
del primer presidente de la democracia, Adolfo Suárez, afirmando que no se iba
a someter a referéndum la monarquía en la nueva constitución porque conocían de
antemano el resultado desfavorable. Y Dios volvió a salvar al Rey.
Pero también supimos cómo el Rey se
gastaba parte de la asignación de los presupuestos generales del Estado:
matando elefantes en un país africano con su ‘amiga íntima’. Que me perdonen
los monárquicos por el ridículo eufemismo. Entonces la cuestión se solucionó
con una imagen inédita de un monarca pidiendo perdón con cara de can
abandonado. Resultó convincente. Y los defensores de los derechos de los
animales se fastidiaron. Dios salvó al Rey, pero no al elefante.
Todo esto sucedió en medio de la
tormenta del caso Noos, que ha acabado llevando al yerno del Rey, Iñaki
Urdangarín, a la cárcel, pero no a su hija, que solo la pisa para visitar a su
amado esposo, sin que ninguna imagen haya trascendido en la era de Internet y
de las redes sociales. En esta ocasión la ‘teoría del amor’ también funcionó y
es el Estado el que ha indemnizado a Cristina de Borbón. Sin embargo, la
presión y los escándalos hicieron que el rey Juan Carlos, que poco tiempo atrás
afirmaba estar en forma para seguir ejerciendo la Jefatura del Estado, diera un
paso atrás en favor de su hijo, el monarca más preparado para el cargo de la
historia de España. Se hizo rápido para que los clamores de referéndum (palabra
maldita) quedaran silenciados. Y funcionó. Y otra vez hemos vuelto a ver las instantáneas
familiares, teñidas de colores pastel, con el atardecer y el mar al fondo. ¿De
qué nos sonará todo esto? Dios, en su infinita misericordia, salva al Rey, como
tiene que ser.
Y el nuevo monarca pronunció un
discurso, cierto día de octubre, de cierto año, dirigido a cierta parte de
España, con cierto sesgo ideológico. Y fue él el que salvó a España. Pero,
entonces, las cloacas del Estado se abrieron y la inmundicia empezó a rezumar.
De pronto parecía que la modélica monarquía española había estado enriqueciéndose
ilícitamente, esto es, cobrando comisiones ilegales a cambio de jugosos
contratos en países amigos, como Arabia Saudí. Pero es que los españoles somos
muy veletas y, claro, un día somos monárquicos y, al día siguiente, nos
levantamos republicanos. Pero no pasó nada, porque Dios salvó al Rey de una
comisión parlamentaria. Era todo despecho amoroso y sexual y así el patrimonio
de nuestros monarcas continúa siendo un misterio inescrutable. Ya se sabe: el
chantaje de ciertos comisarios solo es válido cuando se trata de ministras de
partidos supuestamente republicanos. Ni jaque, ni mate.
¿A qué conclusión podemos llegar? Pues que Dios
salva al Rey. No cabe ninguna duda. Y para todo lo demás, haremos que parezca
una democracia. Amén, Jesús.
Begoña Chorques Fuster
Profesora que escribe
Artículo publicado en el periódico digital 'Agora Alcorcón'
Imagen: La familia de Juan Carlos I de Antonio López
Artículo publicado en el periódico digital 'Agora Alcorcón'
Imagen: La familia de Juan Carlos I de Antonio López
Una buena síntesis de la historia del Estado Español: Monarquía parlamentaria. Ja podem parlar ja que Déu salvarà sempre als mateixos.
ResponderEliminarSembla que hi ha massa gent interessada en què les coses no canvien. Els va massa bé per fer-ho... Mentre la corrupció continua a l'arrel del sistema.
EliminarSi Dios salva tantas veces al Rey y Dios no existe, deberíamos empezar a preguntarmos si la monarquía tiene el suficiente poder para salvarse a sí misma. Evidentemente el Rey no gobierna, tampoco lo hacía Franco.
ResponderEliminarY si Dios existe no hay duda: la democracia es su principal enemiga, pues todo dictador teme, en verdad, que no le voten.
Me gusta mucho cómo ha ido Begoña Chorques desmenuzando nuestras propias mentiras.
No sé si Dios existe. Probablemente, no. Pero he querido recordar esa 'creencia' de los monarcas absolutos y dictadores de que su poder 'emanaba' de Dios. Y así tenía que permanecer el estado de las cosas. No obstante, incluso en pleno siglo XXI, hay muchos 'demócratas' satisfechos con una Jefatura del Estado antidemocrática. Debe de ser que no les va tan mal tal y como están las cosas... Muchas gracias, poeta, por tus palabras.
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