Una cambra pròpia

domingo, 10 de diciembre de 2023

TAN SOLO EL FIN DEL MUNDO

Tan solo el fin del mundo está considerada la obra maestra del francés Jean-Luc Lagarce (1957 – 1995), uno de los nombres fundamentales de la literatura francesa contemporánea. Esto es así hasta el punto de que su obra entró a formar parte del repertorio de la Comédie Française en 2008. Sin embargo, durante su vida, las veinticinco obras que este autor escribió no tuvieron mucho reconocimiento. Juste la fin du monde subió a las tablas por primera vez en 1999, cuatro años después del fallecimiento de su autor. En 2016 Xavier Dolan llevó a cabo una controvertida adaptación cinematográfica. Su teatro se nutre de los grandes dramaturgos existencialistas como Eugène Ionesco o Samuel Beckett. Actualmente Lagarce es uno de los autores contemporáneos más representados en Francia y su obra se ha traducido a más de veinticinco idiomas. Parece que la historia del artista maldito se repite.

 

Jean-Luc Lagarce escribió Tan solo el fin del mundo en Berlín en 1990. Fue poco tiempo después de recibir la noticia de que había contraído el sida. En las dos últimas décadas del siglo XX, contraer esta enfermedad era sinónimo de muerte, como así sucedió. Lagarce murió cinco años más tarde. Este hecho está presente en la obra desde el comienzo, aunque no se trata de una obra de autoficción. Aunque la muerte es recurrente, el tema principal es la familia. Se trata de una obra de reencuentros y despedidas que plantea situaciones inquietantes y ambiguas.

 

Después de doce años de ausencia, Louis (Eneko Sagardoy) regresa a casa de su familia para visitarlos con la intención de comunicarles que está muy enfermo y que morirá en el plazo de un año. Louis abandonó la casa paterna en busca de una nueva vida, sintiendo un gran desapego emocional que no le han perdonado. Vuelve como un hijo pródigo sin saber muy bien por qué. Allí se reencontrará con su madre (María Pujalte), su hermana pequeña Suzanne (Yune Nogueiras), su hermano Antoine (Raúl Prieto) y la mujer de este, Catherine (Irene Arcos), a la que no conocía. Louis es incapaz de verbalizar el motivo de su visita, porque su llegada desencadenará el resurgimiento de antiguas tensiones familiares y de conflictos del pasado dando lugar a reproches y discusiones. En el montaje dirigido por Israel Elejalde que se puede ver en las Naves del Español, contemplamos la figura del alter ego de Louis con el bailarín Gilbert Jackson, que introduce el lenguaje de la danza en su propuesta escénica a través de coreografías de street dance, junto a otros elementos audiovisuales, como el diseño de escenas de vídeo, que pretenden interrogar al espectador.

 

No obstante, Tan solo el fin del mundo destaca por el uso del lenguaje y la manera de hablar de los personajes. Lagarce pone de relieve la imposibilidad de expresar el alma humana a través de las palabras, la incomunicación en el ámbito familiar. Nos encontramos con unos personajes conscientes de su desconocimiento mutuo. Aunque exista entre ellos un vínculo sanguíneo, no se conocen y no se reconocen. Sin embargo, hacen todo lo posible por expresar lo que piensan, lo que sienten, lo que sucede en su interior. Muchas veces lo hacen con oraciones inacabadas y con una expresión balbuceante. Esa es su paradoja y su contradicción. Pero no pueden dejar de intentarlo, aunque tengan que acabar reconociendo su derrota. Quizás entonces cobra sentido la danza como expresión de lo que ocurre en el mundo interno de Louis. O como el propio Louis dice: “Y todo esto, ¿para qué?”  

 

Begoña Chorques Fuster

Profesora que escribe

 


 

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