Una cambra pròpia

domingo, 24 de enero de 2021

EL PADRE

El padre (Florian Zeller, 2020) es probablemente la mejor película sobre la vejez desde Amor (Michael Hanake, 2012). No es casual que el guion sea una adaptación de la obra teatral homónima y que la cinta cinematográfica esté firmada también por el dramaturgo que escribió el texto dramático. A pesar de ser debutante, Zeller demuestra dominar el registro cinematográfico tan bien como el teatral. 

 

El punto de vista de la historia es, en todo momento, el de Anthony (Anthony Hopkins), un hombre de ochenta años, irónico, suspicaz, que se resiste a perder su autonomía y no quiere aceptar a ninguna de las cuidadoras que su hija busca para que le atiendan. Por eso, Anthony hace lo necesario para que ninguna de ellas permanezca demasiado tiempo en su puesto. La cámara entra en la mente de este anciano y nos muestra la realidad desde su mirada que no es consciente de su pérdida de facultades. Este es uno de los grandes logros de la película, ya que el tratamiento del espacio así lo va revelando según va avanzando la historia para sorpresa maravillosa del espectador. Quienes se atrevan a acercarse a este relato desolador asistirán a un curioso tratamiento de la unidad de espacio.

 

No obstante, la crudeza de la historia se va imponiendo también. Captar la pérdida de la memoria dentro de la cabeza de quien la sufre se convierte en algo tan doloroso como desgarrador. Sus miedos, su confusión se transforman en los del espectador que, en ocasiones, no entiende lo que está sucediendo como le ocurre al propio Anthony. Anne (Olivia Colman) asiste con impotencia a la pérdida paulatina de su padre a medida que su mente se extravía en un intrincado laberinto de lugares, tiempos y rostros. Pero también se aferra a su derecho a vivir su propia vida aunque esa reivindicación le produzca dolor. Ambos personajes sufren pero intentan contener su desconsuelo que asoma en los diálogos y entre los visillos de la ventana por la que Anthony se asoma a un mundo que para él está en descomposición. O quizás en retroceso, porque el pasado más lejano con sus viejas heridas familiares se empecina en llamar a la puerta y volver a hacerse presentes. En esa retrospectiva emocional vamos volviendo acaso al sufrimiento más genuino que hay: el de un niño. Esta es una obra/película de personajes cuya lucha interna saben tejer habilidosamente Hopkins y Colman. La interpretación de ambos está a la altura del Óscar.

 

La historia de El padre, ante todo, conmueve y derrumba nuestro andamiaje porque todos vemos reflejado en Anthony a algún mayor de nuestra familia o cercano, porque todos podemos observar, con una lucidez angustiosa, hacia dónde se dirige nuestra existencia, porque podemos quizás palpar con la punta de los dedos de Anthony nuestra inmensa fragilidad de la que somos ahora un poco más conscientes, si cabe, por estos avatares pandémicos de la vida.

 

Begoña Chorques Fuster

Profesora que escribe
 

 

2 comentarios:

  1. La perspectiva siempre lo cambia , especialmente la verdad. Gracias por esta recomendación que, seguro, ayuda a entender un poco más a ese humano anciano al que aspiro

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    1. La película me pareció imperdible. Cuando leí que está basada en un obra de teatro, aún me gustó más.

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