En el mes de marzo, los telones de los teatros se
bajaron de manera abrupta e indefinida. De la misma manera que la vida
cotidiana, tal y como la hemos conocido hasta ahora, quedó paralizada. Quedaron
muchas entradas vendidas y funciones por estrenar. Incomprensiblemente las
puertas de los teatros han sido las últimas en abrirse. En el teatro hay una
tradición. Cuando este está vacío, siempre se deja una luz encendida,
normalmente sobre un trípode en el centro del escenario. Esa luz recibe el
nombre de ‘Luz Testigo’ y significa que, aunque el teatro esté vacío, la luz
testigo permanece. Significa que las gentes del teatro saben que volverán a ser
convocadas al ágora dramático. Esa luz testigo nos ha permitido seguir
alimentándonos durante este duro confinamiento, gracias al teatro ya vivido, al
leído y al que hemos podido ver a través de las pantallas de nuestros
ordenadores. No, no es lo mismo y los enfermos de teatro lo sabemos, pero verlo
así nos ha hecho ser más conscientes, si cabe, de lo auténtico del espectáculo
en directo, de la interpretación única e irrepetible que un grupo de
comediantes hace para ti y tus compañeros de sala. Como ha dicho Mayorga, hemos
echado de menos el teatro, sobre todo, como espectadores.
Todo esto ha provocado que, llegado el momento de
retomar el ritual griego, haya cobrado más significado aún. Cada gesto,
repetido tantas veces de manera autómata hasta ocupar la butaca asignada,
recrea la ceremonia casi religiosa de las candilejas y nos hace más conscientes
del valor del ademán. No importan las mascarillas, ni los geles hidroalcohólicos;
al margen queda esa distancia física social impuesta por un virus invisible y
que se esfuma gracias a la palabra declamada. En el escenario vuelve a ocurrir
el hechizo que nos hipnotiza y nos traslada a la trama representada.
Traición es una de las obras maestras
y más clásicas del Premio Nobel de Literatura Harold Pinter. Se considera así
porque el tema que presenta es fácilmente reconocible por el espectador: la
historia de un triángulo amoroso. Emma mantiene una relación extramatrimonial
con Jerry, que es el mejor amigo de Robert, su marido. Puede parecer incluso
tópico. Esta vez Pinter no obliga al espectador a dar sentido al argumento para
desentrañar lo que ocurre en la obra. El atractivo y el mérito de la pieza
consiste en que la historia nos la cuentan del revés. A través de una serie de
analepsis o flashbacks parciales, vamos
conociendo esta urdimbre de amor y traición desde el final hasta el origen del
conflicto. Hay una crítica directa y feroz a los convencionalismos sociales a
través de la relación de estos tres amigos, a lo largo de nueve años en la
Inglaterra de los años 70. Pero lo que otorga una vigencia genuina al texto es
que, más allá de la expresión clara y razonable de los tres personajes, por
debajo palpita su lucha interna por creer lo que dicen, por sobreponerse a sus
sentimientos de frustración y desengaño, por superar la represión de sus deseos
ocultos. Tal y como afirma Berna, personaje de La colección, última obra
(aún inédita) de Juan Mayorga, siempre es demasiado pronto para saber si
acertamos o fracasamos en una decisión. Traición nos brinda la
oportunidad de observarlo con la perspectiva del tiempo ya vivido. ¡Qué fácil
sería vivir si pudiéramos llevar a nuestras existencias este juego temporal
pinteriano!
Irene Arcos, Raúl Arévalo y Miki Esparbé logran que
los diálogos permanezcan a la altura de la obra y de su autor. Nunca es tarea
fácil. El resto de elementos teatrales, elaborados por aquellos que se esconden
entre bambalinas, hacen que la vuelta al teatro conserve toda su magia:
escenografía, vestuario, música e iluminación se alían con los tres intérpretes
que crean esa fábula en la que nos sumergimos y vivimos durante casi una hora y
media. El fundido a negro devuelve a su ser a estos tres actorazos. El aplauso
emocionado es de mutuo reconocimiento. La luz testigo nos ha convocado de
nuevo. Hemos vuelto al teatro.
Begoña Chorques
Fuster
Profesora que escribe
Magnífic, com sempre! Encertades paraules per a reflectir el que pensem i sentim els ionkis del teatre. Salut i Teatre! 🤗
ResponderEliminarSalut i teatre, Carme!
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