Las niñas es el primer largometraje de Pilar Palomero (Zaragoza, 1980). Esta personal ópera prima ha ganado la Biznaga de Oro en el Festival de Málaga que ha conseguido celebrarse a pesar de las circunstancias tan excepcionales que vivimos. La directora lleva muchos años formándose y trabajando en el mundo del cine. Palomero ha trabajado en documentales, participando en el montaje, dirección o como guionista. Ha dirigido cortometrajes de los que también es autora del guion, como Horta o La noche de todas las cosas.
Las niñas cuenta la historia de Celia (Andrea Fandos), una niña tímida e introvertida, que es alumna de un colegio de monjas en la Zaragoza de 1992. Celia vive con su joven madre, que es viuda y que apenas está en casa porque tiene que trabajar muchas horas para sacar a su hija adelante. Esta madre cansada desea que su hija tenga una vida mejor que la suya y que no pase por las penalidades que ella tiene que asumir. Pero Celia está despertando a una adolescencia rebelde e inquieta. Brisa, una nueva compañera de clase que viene de Barcelona, que también es huérfana, le muestra un mundo de descubrimientos y la empuja hacia el despertar de la vida: las primeras caladas a escondidas a un cigarrillo, la curiosidad por el sexo, la música moderna de los años 90, el cuestionamiento de las creencias heredadas. En el contexto de la España de las Olimpiadas de Barcelona y la Expo de Sevilla, Celia empieza a hacerse preguntas sobre su realidad y se encuentra con muchos silencios y algunas mentiras.
En esa España moderna, no todo es tan abierto y progresista como parece. En la educación que Celia recibe en el colegio de Escolapias todavía priman el conservadurismo y el secretismo, porque hay realidades que es mejor ignorar. Todas las mujeres que asistieron a centros religiosos en aquellos años encontrarán muchos recuerdos de una educación obsoleta que aún nos enseñaba costura. La complejidad de las relaciones familiares y el acoso escolar son también temas que aparecen en el relato cinematográfico. El papel de la madre, encarnado por Natalia de Molina, la consagran como una actriz de cualidades interpretativas sobresalientes. Sus silencios son tan significativos como sus frases. Palomero ha declarado, y se ve en la cinta, que no desea ajustar cuentas con nadie sino mostrar la esquizofrenia en la que aquella generación crecimos: la campaña gubernamental del “Póntelo, pónselo”, que trataba de frenar la pandemia del Sida, convive con el estigma social de no seguir el paradigma y la represión sexual contra las mujeres.
Es importante lo que se cuenta pero también cómo se cuenta. En el guion se entremezclan momentos intrascendentes, como cuando Celia pide a su madre la última prenda de vestir de moda, obteniendo siempre la misma respuesta, con momentos de mayor trascendencia y dramatismo, aunque siempre contenido. Es por eso que las elipsis se llenan de significado para el espectador en la misma línea que la de otra película hermana, Verano 1993 (Carla Simón, 2017). La cámara usada en formato 4/3 nos acerca a la visión miope y amnésica que queríamos mantener en aquellos años en que pensábamos que habíamos dejado atrás tantas cosas.
Los diálogos de las niñas guardan instantes con mucha enjundia. El método de trabajo de Palomero con estas jovencísimas actrices no profesionales ha sido la improvisación, porque deseaba que su primer largometraje rezumara naturalidad y verdad. Quien ve la película solo puede pensar que lo ha conseguido, como también ha logrado una voz propia personalísima que tiene mucho que decir en el mundo del cine, como sus personajes femeninos. La película empieza con el coro de niñas haciendo un ejercicio gestual en el que simulan cantar sin emitir sonido alguno. La pregunta que nos hacemos al final de la historia es si estas muchachas y esa joven madre trabajadora, que va a verlas en el festival del colegio, consiguen levantar su voz, que resuene y se eleve más allá de todo lo que pretende cercenar su vuelo de libertad.
Begoña Chorques Fuster
Profesora que escribe
Sin duda, como perteneciente a esa generación de niñas que asistieron a colegio de monjas, con uniforme y "mantén la fila", haré por ver esta película. Interesantísima crítica.
ResponderEliminarTe verás reflejada en algunas situaciones. A mí me ocurrió. Muy especialmente en esa esquizofrenia colectiva que te hablaba de modernidad, pero que no se reflejaba en las conversaciones cotidianas... En fin...
EliminarCon tu descripción de la palícula entran unas ganas enormes de verla ya.
ResponderEliminarGracias otra vez.
Te la recomiendo mucho. Yo la vi en septiembre y pensé que esta película tendría mucho que recibir en los Goya. Me alegro de no haberme equivocado.
EliminarNo hace tantas vueltas de la Tierra al Sol de todo aquello que se cuenta en Niñas. Bien pudo haber ocurrido, en parte, este viernes cuando dos alumnas de la ESO se escaparon de clase para experimentar por primera vez el humo en la mirada de quien juega a ser mayor.
ResponderEliminarEsas situaciones son atemporales. Otras, por fortuna, espero que se vayan superando, aunque me da la impresión de que siempre tarda más de lo que debería...
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