A dos metros bajo tierra (Six feet under) es una serie de televisión estadounidense, creada por Alan Ball y emitida por la cadena HBO entre los años 2001 y 2005. Durante cinco temporadas, cuenta la vida de los miembros de una familiar peculiar de Los Ángeles que posee una empresa funeraria. Esta serie era otra de mis asignaturas pendientes. Llegué a ella de la mano de la novela gráfica Fun Home. Una familia tragicómica (Fun Home: A Family Tragicomic), creada por Alison Bechdel en el año 2006. La obra, de carácter autobiográfico, se centra en la figura del padre de Bechdel, un director de una funeraria que no es capaz de enfrentarse a su homosexualidad.
El día de Nochebuena, mientras se dirige al aeropuerto a recoger a su hijo Nate (Peter Krause), que vive en Seattle, su padre Nathaniel Fisher (Richard Jenkins) muere en un accidente de coche. Su hermano David (Michael C. Hall), un gay que no ha salido del armario, pero con un rígido sentido del deber familiar, dirige el negocio familiar junto a su madre Ruth (Frances Conroy), una mujer que ha dedicado su vida al cuidado de su familia y que de pronto enviuda sin saber qué hacer con su existencia. La hermana pequeña, Claire (Lauren Ambrose) es una problemática adolescente, con inquietudes artísticas, que consume drogas. En el viaje de regreso a casa, Nate conoce a Brenda (Rachel Griffiths), una apasionada mujer cuya familia es aun más desequilibrada que la de Nate. Es hija de dos psiquiatras y tiene un hermano artista, Bill (Jeremy Sisto) que sufre una enfermedad mental.
De nuevo, se trata de un relato de personajes, donde se les puede ver evolucionar y vivir sus contradicciones a lo largo de sesenta y tres capítulos. Puede parecer un drama familiar convencional que trata temas como las relaciones sentimentales, las infidelidades o la religión. Sin embargo, el tema de la muerte está siempre muy presente en todas las situaciones. Cada capítulo comienza con una muerte, por cualquier causa, desde un accidente a un infarto, y ese óbito marca el tono del capítulo que, además, nos narra lo que sucede a nuestros personajes que reflexionan sobre sus vidas, problemas, penas y alegrías mirando de reojo a la parca. De esta forma, la muerte está muy presente en la vida de los Fisher que han aprendido a convivir con ella y su ritual desde que tienen uso de razón. Todo ello va acompañado siempre de fuertes dosis de humor negro y situaciones surrealistas, que se ven plasmadas en unos diálogos vivos y sorprendentes como la vida misma.
Una técnica recurrente de la serie es que alguno de los personajes mantiene conversaciones con otros que ya están muertos. Por ejemplo, Nate y David hablan en numerosas ocasiones con el personaje que ha muerto al comienzo del episodio mientras lo embalsaman. No obstante, el personaje muerto que más veces vuelve para ayudar a reflexionar a los Fisher es el difunto padre de la familia Nathaniel Fisher Senior. Estamos, pues, ante unos personajes con un mundo interior rico, donde la imaginación y los sueños juegan un papel importante. De hecho, es también frecuente la plasmación, en la pantalla, de sus fantasías y de lo que ocurre en su mundo onírico y subconsciente mientras duermen y donde tratan de lidiar con sus fantasmas personales.
Después de convivir durante bastantes horas con todos estos personajes, de sumergirnos
en sus temores y expectativas, siempre surge la duda de cómo se cerrará el
círculo, esto es, cuál será su final. Pues bien, “Everyone’s
waiting” no defrauda porque de
nuevo esa dama del alba que nos acecha se hace presente, para recordarnos que
somos finitos, que nuestra vida es como un largo viaje por carretera en el que podemos
sentir el devenir del tiempo, que tomar conciencia de la muerte discrimina el
valor de lo efímero, para que tengamos bien presente el principio cervantino de
que “hasta la muerte, todo es vida”.
Begoña Chorques Fuster
Profesora que escribe